viernes, 15 de enero de 2010

La señora del micrófono

Acabo de leer un artículo del diario LA NACION, y la única palabra que se me ocurre es IM-PE-CA-BLE o amazing, como dirían los hermanos del norte, no, los que viven en Liniers no, los del norte ... más al norte. Me dirá la izquierda que LA NACION es un diario "de la derecha oligarca", que miente como miente Clarín, y que son pagados por vaya uno a saber que personaje digno de los Expedientes Secretos X, a mí la realidad me muestra que LA NACION admite comentarios en contra (y podemos hacer la prueba) en cambio el típico y representativo e ilustrativo diario de la caterva zurda que nos gobierna: PAGINA 12, no permite opinar, no muestra encuestas, todo es un monocorde progresismo barato oficialista.

Destaco algunos párrafos del artículo de LA NACIÓN:

Por un momento no miremos a la señora que habla. Es cierto, es la Presidenta, pero no hay mucha novedad en eso de verla frente a un micrófono con el verbo encendido. Pasan los años, pasan las crisis, pasan los escándalos, no pasa su estrepitosa caída en las encuestas, y ella sigue allí, hablando, explicándonos cómo funciona todo, dándonos su particular visión del mundo y de la vida: esa weltanschauung (dirían los alemanes) en la que la Argentina, la Argentina de los Kirchner, es un faro que ilumina el futuro, un faro cuya luz se vería más nítida si no fuera por la conspiración permanente de los planetas contra ese designio superior.

Por un momento no miremos a la señora. Ella carga las baterías en los desayunos matrimoniales de Olivos y las descarga frente al público.

Es cierto que es interesante verla y oírla. Se la ve feliz en ese trance de enfrentar sin papeles el silencio y la gente, y llenarlo y llenarla de palabras. Jueza delivery, efecto jazz, presidente okupa, dice, creativa y sagaz, la señora del micrófono. Es obvio que le encanta la tribuna, le encanta dar lecciones, su discurso es coherente, sus frases tienen fuerza aun sin gritarlas, es prolija, dice lo que quiere decir y hasta sus errores -sus muchos errores, conceptuales, políticos e históricos-, son dichos con donaire por esa mujer siempre fashion.

* * *

Tratemos de apartarnos unos segundos de su palabra. Igual, el hilo argumental no cambia. Cosas en principio tan diferentes como la soja, la televisación del fútbol, el dinero de los jubilados, los medios y el default en realidad son, en su razonamiento, capítulos de la eterna lucha contra la derecha, contra los que se oponen al progreso, contra las fuerzas del mal.

Quitemos, pues, nuestros ojos de la oradora. Recorramos al público que la escucha. Anteayer fue gente de Lanús, convocada para la inauguración de obras en la cuenca del Riachuelo. El martes, de Campana, que había ido a que le hablaran de una planta potabilizadora. La semana pasada, de La Matanza. Lo primero que salta a la vista es que todas esas personas se sienten como sapos de otros pozos. Se nota en sus caras. Ellos van por una cuestión de su pago, de su vecindario, porque les falta el agua o porque sobran mugre y ratas, y de pronto son transportados a Wall Street, a los meandros tribunalicios, al despacho de un tal Griesa. Les hablan de default, de fondos buitre, del riesgo país (de riesgo y del país cualquiera de ellos podría hablar horas), de Harvard, y además les leen los diarios y se los comentan, como en una amable tertulia radiofónica.

O el discurso no estaba pensado para ellos, o ellos se equivocaron de ceremonia. La señora los mira, pero no los ve. Ve y les habla al conspirador Cobos, a la jueza funcional al golpe, al neoliberal Martín Redrado, al buitre con toga de juez de Nueva York.

* * *

Volvamos al público. El discurso ha terminado. Hay aplausos, hay saludos, hay gestos. Qué estarán pensando todas esas personas. Afuera se encontrarán con una realidad que no parece tan fulgurante. En la intimidad de sus casas, si encienden la televisión, las espera otra crisis, otro escándalo. Y, seguramente, otro florido discurso de la señora del micrófono.


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